lunes, 28 de marzo de 2011

EL ARRANQUE DE LA MODERNIDAD POÉTICA: DE BAUDELAIRE AL SIMBOLISMO

   A finales del siglo XIX asistimos a un proceso de transición desde una historia europeísta hacia un nuevo orden mundial; proceso que desembocará, finalmente, en la Primera Guerra Mundial. Este conflicto bélico resultó ser especialmente traumático, ya que, por primera vez, se vive una guerra global en la que participan los países más poderosos del momento, que luchan, además, por la victoria total. 1914, por tanto, supone la ruptura definitiva con el siglo XIX: los valores que habían aportado seguridad al hombre europeo (el positivismo, el progreso, el pragmatismo, el materialismo) fracasan estrepitosamente. Se sufre, en consecuencia, el llamado “mal del siglo”: se extiende por la sociedad el convencimiento de que la realidad es incognoscible, de que existen hechos que escapan de la percepción sensorial, de que la razón no lo puede todo, de que Dios y la religión se difuminan como en una nebulosa…La población se ve sumergida en una sensación generalizada de pesimismo, de hastío vital, y, como es fácilmente deducible, este sentimiento de fracaso afectará de manera especial a una pequeña potencia insuficientemente desarrollada, como España, que se ve de pronto en el centro del conflicto mundial por su posesión de las colonias de Ultramar, territorios ambicionados por EEUU y que acabará por perder definitivamente en el “desastre” del 98.

                                         
 
  A principios del siglo XX, la concepción de la Literatura da un giro radical hacia una nueva sensibilidad artística, que defiende el arte por el arte y la renovación de una forma de escribir caduca, lo que no es sino un síntoma de ruptura definitiva con la sociedad decimonónica. El modernista, desde la peculiaridad de su atruendo hasta su frecuente radicalismo político, manifestaba no sólo su deseo de provocar, sino también su oposición al asfixiante conformismo; el artista bohemio se sentía al margen de la sociedad, rebelde ante ella y protestaba contra el orden burgués.  En este sentido, existe un evidente paralelismo entre el Modernismo y la rebelión romántica frente a la sociedad posterior a la primera revolución industrial.

RASGOS DE LA LITERATURA MODERNISTA

1. Renace el gusto romántico por épocas pretéritas (el pasado medieval) y por países exóticos. En España, los escritores de fin de siglo defienden el mito de una Castilla antimercantil, austera y espiritual, en la que ven la esencia de España.

2. Hay una especie de complacencia en lo mortecino y ruinoso (decadentismo).

3. Se extiende una sensación general de hastío vital (spleen), que choca con los ideales racionalistas propios de la sociedad burguesa. Es característico en los textos de los jóvenes escritores el enfrentamiento entre intelectualismo y vitalismo, de forma que, siguiendo a Schopenhauer, se defiende que el pensamiento y la reflexión conducen al dolor. 

4. Es muy frecuente en la literatura modernista la aparición del erotismo, a veces conviviendo con el decadentismo y el malditismo.

5.  Los modernistas desean saltar por encima de las fronteras, son cosmopolitas y su meca es París.

6. La insatisfacción con el mundo es la causa de la angustia existencial que lleva a estos escritores a buscar lo trascendente más allá de las apariencias, búsqueda que se manifiesta en un espiritualismo exacerbado, en la identificación de Dios con la naturaleza (panteísmo), en el interés por los fenómenos inconscientes y en la afición por doctrinas esotéricas.

7. Ese anhelo de trascendencia conduce a una nueva Estética en la que se exalta la Belleza como el ideal supremo: el esteticismo es un culto casi religioso a la Belleza.

LA POESÍA MODERNISTA
                                                        

   En las letras hispánicas, el Modernismo literario tiene su cuna en Hispanoamérica, donde se había iniciado una renovación estética en dos direcciones: renuncia a la retórica del Romanticismo hispanoamericano con la búsqueda de una nueva expresión que se halla en la literatura europea contemporánea, especialmente francesa, y, como reacción espiritual frente al materialismo y deshumanización del mundo, recuperación del trascendentalismo romántico europeo, que en la literatura castellana se había desarrollado con menos intensidad. El florecimiento de la literatura modernista hispaniamericana vendrá de la mano de escritores de la talla de Rubén Darío y José Martí, entre otros muchos.

 Importantísima es también la influencia de la literatura francesa en el arranque de la modernidad poética, en concreto de tres movimientos:

a) Parnasianismo: toma su nombre de la publicación en 1866 de una antología de jóvenes poetas franceses con el título de "Parnasse contemporain" y se desarrolla entre 1861 y 1876. Sus principales representantes son Banville y Ménard Coppée, que se agrupan en torno a la figura del poeta Leconte de Lisle. Los parnasianos defienden el ideal del "arte por el arte": frente al creciente utilitarismo, el arte y la belleza están por encima del bien y del mal y son el único consuelo de la vida. El Parnasianismo influye en el Modernismo por su anhelo de perfección formal, por su afición al detalle y por el gusto por la mitología griega, el exotismo oriental, las civilizaciones antiguas...

b) Simbolismo: aparece, en sentido estricto, a mediados de los años 80: el punto de partida del movimiento es el manifiesto de Jean Moréas en 1886. Destacan los poetas Verlaine, Rimbaud, Baudelaire y Mallarmé. Para los simbolistas,  la poesía se convierte en un instrumento de conocimiento que intenta ascender a una realidad suprarracional. Lo inefable sólo puede evocarse a través del símbolo y el ritmo musical de los versos, como explica Valle-Inclán en La lámpara maravillosa”. Característicamente simbolistas son la afición por la alusión, el gusto por apuntar sensaciones de color, el empleo de sinestesias y, sobre todo, la búsqueda de la musicalidad. 
c) Decadentismo: el término tiene su origen en el verso de Verlaine "yo soy el imperio al fin de la decadencia". Se trata de una corriente que surge del simbolismo, pero que se caracteriza por el refinamiento y la melancolía; se busca la evasión de la realidad a través del exotismo y se admira la fase de decadencia de las antiguas culturas, como Alejandría. El decadentismo, como corriente estética, es más bien efímero, pues puede considerarse finalizado hacia 1890. Destacan los poetas italianos D´Annunzio y Pascoli; en Gran Bretaña sobresale la figura de Oscar Wilde, máximo exponente del dandismo.
  Estos movimientos literarios que fecundan el Modernismo tienen, en realidad, su origen en la corriente de los poetas malditos, quienes intentan superar el Romanticismo grandilocuente y caduco del siglo XIX. A la cabeza de ellos, encontramos a Verlaine, quien publicó en 1888 "Los poetas malditos". En EEUU hay que mencionar a Edgar Allan Poe y a Walt Whitman, con sus "Hojas de hierba".
  La renovación del el lenguaje poético se percibe en el intento de sugerir las sensaciones que otras artes consiguen mediante la luz, el color, la música, etc. a través de aliteraciones, adjetivos ornamentales, imágenes sugerentes, símbolos, atrevidas sinestesias, vocablos exóticos, cultismos, neologismos, profusión de palabras esdrújulas...El ansia de renovación y el deseo de musicalidad conducen a una gran variedad métrica. Por influencia de los simbolistas franceses, se emplean los alejandrinos y los versos libres; en su anhelo de novedades rítmicas, los modernistas imitan la métrica clásica, si bien no rechazan el uso de esquemas métricos tradicionales (sonetos, coplas, seguidillas,  romances, silvas, serventesios...).   
 

sábado, 26 de marzo de 2011

"EL HORLA" DE GUY DE MAUPASSANT

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/fran/maupassa/horla.htm

COMENTARIO DE TEXTOS: TRES CUENTOS

  ELIGE UNO DE ESTOS TRES CUENTOS Y REALIZA UN COMENTARIO DE TEXTO DEL FRAGMENTO SELECCIONADO.
   FECHA LÍMITE DE ENTREGA: 4 DE ABRIL

A. "EL CORAZÓN DELATOR" DE EDGAR ALLAN POE
  ¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
  Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

1. Exponga el contenido del fragmento y relaciónelo con la totalidad de la obra.
    Fíjate en cómo trata el autor el tema de la locura. ¿Cuál es el motivo por el que decide matar al anciano?  ¿Qué relación existe entre ambos? ¿De qué manera lleva a cabo, posteriormente, el asesinato? ¿La forma de matar al anciano revela que el joven sufre una enfermedad mental?¿A quién está relatando su historia?
2. Analice los aspectos formales del texto.
   Presta especial atención a la figura del narrador, y observa todos aquellos rasgos lingüísticos (exclamaciones, repeticiones, puntos suspensivos, etc.) que demuestren que sufre un transtorno nervioso.
3. Comente la producción literaria del autor con especial atención a la obra seleccionada.
4. Sitúe al autor en su contexto histórico-literario.

B. "VANKA" DE ANTON CHÉJOV

   "El tiempo sería soberbio. Habría una gran calma en la atmósfera, límpida y fresca. A pesar de la oscuridad de la noche, se vería toda la aldea con sus tejados blancos, el humo de las chimeneas, los árboles plateados por la escarcha, los montones de nieve. En el cielo, miles de estrellas parecerían hacerle alegres guiños a la Tierra. La Vía Láctea se distinguiría muy bien, como si, con motivo de la fiesta, la hubieran lavado y frotado con nieve...
    Vanka, imaginándose todo esto, suspiraba.
    Tomó de nuevo la pluma y continuó escribiendo:
      «Ayer me pegaron. El maestro me cogió por los pelos y me dio unos cuantos correazos por haberme dormido arrullando a su nene. El otro día la maestra me mandó destripar una sardina, y yo, en vez de empezar por la cabeza, empecé por la cola; entonces la maestra cogió la sardina y me dio en la cara con ella. Los otros aprendices, como son mayores que yo, me mortifican, me mandan por vodka a la taberna y me hacen robarle pepinos a la maestra, que, cuando se entera, me sacude el polvo. Casi siempre tengo hambre. Por la mañana me dan un mendrugo de pan; para comer, unas gachas de alforfón; para cenar, otro mendrugo de pan. Nunca me dan otra cosa, ni siquiera una taza de té. Duermo en el portal y paso mucho frío; además, tengo que arrullar al nene, que no me deja dormir con sus gritos... Abuelito: sé bueno, sácame de aquí, que no puedo soportar esta vida. Te saludo con mucho respeto y te prometo pedirle siempre a Dios por ti. Si no me sacas de aquí me moriré.»

   
1. Exponga el contenido del fragmento y relaciónelo con la totalidad de la obra.
   Fíjate en cómo marca el autor el contraste entre la realidad (la vida que lleva Vanka en Moscú) y la imaginación (sus recuerdos de la aldea). ¿Qué tópico literario está presente en dicho contraste? ¿Por qué motivo Chéjov decide que el protagonista de esta historia sea un niño? ¿Qué técnica utiliza para caracterizar a sus personajes, para revelar sus estados de ánimo? ¿La carta que está redactando llegará a su destino?  
2. Analice los aspectos formales del texto.
   Presta especial atención a la figura del narrador, así como a los mecanismos que utiliza para reproducir las palabras y los sentimientos de un niño de nueve años. En este cuento resulta primordial el análisis de los verbos:  ¿qué intenta reflejar Chéjov a través del cambio de tiempos verbales? También es importante señalar en qué apartado se percibe cierto lirismo en la descripción.
3. Comente la producción literaria del autor con especial atención a la obra seleccionada.
4. Sitúe al autor en su contexto histórico-literario.

C. "EL COLLAR" DE GUY DE MAUPASSANT

  "Cuando, a las horas de comer, se sentaba delante de una mesa redonda, cubierta por un mantel de tres días, frente a su esposo, que destapaba la sopera, diciendo con aire de satisfacción: "¡Ah! ¡Qué buen caldo! ¡No hay nada para mí tan excelente como esto!", pensaba en las comidas delicadas, en los servicios de plata resplandecientes, en los tapices que cubren las paredes con personajes antiguos y aves extrañas dentro de un bosque fantástico; pensaba en los exquisitos y selectos manjares, ofrecidos en fuentes maravillosas; en las galanterías murmuradas y escuchadas con sonrisa de esfinge, al tiempo que se paladea la sonrosada carne de una trucha o un alón de faisán.
  No poseía galas femeninas, ni una joya; nada absolutamente y sólo aquello de que carecía le gustaba; no se sentía formada sino para aquellos goces imposibles. ¡Cuánto habría dado por agradar, ser envidiada, ser atractiva y asediada!"
 
1. Exponga el contenido del fragmento y relaciónelo con la totalidad de la obra.
   Presta especial atención a la caracterización de la protagonista del cuento: ¿te recuerda a Emma Bovary? Analiza la relación entre ambas. Matilde no tiene ninguna joya, ¿qué relevancia adquiere este hecho? ¿Por qué motivo el cuento se titula "El collar"? ¿Qué simboliza?
2. Analice los aspectos formales del texto.
  Presta especial atención a la figura del narrador, así como a los mecanismos que emplea para revelar los anhelos y las frustaciones de Matilde. ¿Nos encontramos ante un autor que cuida su estilo a la manera de Flaubert? ¿Hay figuras retóricas en el fragmento seleccionado?
3. Comente la producción literaria del autor con especial atención a la obra seleccionada.
4. Sitúe al autor en su contexto histórico-literario.
   

jueves, 24 de marzo de 2011

GUY DE MAUPASSANT

  Intuyó lo que se ha definido como el cuento arquetípico, que sigue la forma musical de la sonata: planteamiento de un tema, desarrollo y nudo de la acción, y desenlace (a menudo con final sorprendente e inesperado).

  Discípulo de Flaubert y frecuentador de los círculos cercanos a Zola, Maupassant es uno de los grandes narradores del Naturalismo francés. Compartía con estos escritores su pesimismo sobre la vida y sobre las relaciones humanas (especialmente, entre ambos sexos); el hombre es, a su parecer, "una bestia escasamente superior a las demás".
  Negaba la Providencia divina (Dios es, en sus palabras, "ignorante de todo lo que hace"), y consideraba el universo como un desencadenamiento de fuerzas ciegas y desconocidas. En consonancia con estas ideas, la obra de Maupassant se caracteriza sus variaciones sobre el tema de la crueldad humana, tema que presenta con gran realismo y con un estilo sencillo.
   El éxito obtenido con sus primeras obras le permitió no solo vivir de la pluma, sino también poder realizar sus sueños: el lujo, la inagotable actividad amatoria, los largos y solitarios viajes por mar en su yate y el ingreso en la buena sociedad de Cannes y de París, donde ganó fama de seductor inveterado.
  En sus relatos Maupassant trató fundamentalmente los siguientes temas:

- La guerra. Su primer cuento importante, ambientado en la guerra francoprusiana de 1870, en la que había participado en su juventud, es Bola de sebo (1880), donde presenta el sacrificio de una prostituta juzgada hipócritamente por los mismos burgueses a quienes ha salvado con su conducta. A este seguirán otros cuentos sobre el mismo tema, entre los que destaca Mademoiselle Fifi. En ellos, el autor acentúa ingredientes como la locura, el sexo y la violencia, dentro de su visión pesimista de la vida. Sus cuentos de guerra están llenos de héroes anónimos, prostitutas más patrióticas que los orondos burgueses, dementes que desafían a la muerte con una heroicidad inesperada, campesinos que ejecutan al enemigo con escalofriante frialdad. Sobre todos estos cuentos planea la condena del belicismo, pero Maupassant jamás expresa un juicio de valor sobre el absurdo, el horror o la injusticia de las situaciones bélicas: deja hablar a sus personajes, se limita a mostrarnos escenas mucho más elocuentes que la condena explícita.

- El amor y el erotismo. En los cuentos galantes (Un día de campo) encontramos el mundo parisiense de las pequeñas burguesas insatisfechas por su matrimonio que buscan otros placeres marginales, las damas de la alta sociedad que intentan evadirse del aburrimiento, las mantenidas. Las aventuras ilícitas y el adulterio son los temas principales. Para Maupassant, el matrimonio es una institución social que pone trabas a la felicidad, una carga estúpida con la que comienza inevitablemente el desamor. él prefiere la plena libertad amorosa y defiende el divorcio. Una variante son los cuentos eróticos, ambientados en la provincia o en un entorno rural, protagonizados a menudo por unos personajes que le fascinan: las prostitutas (La casa Tellier).

-El horror. En sus cuentos fantásticos prima la locura, lo irracional, el miedo, la neurosos y la obsesión por la soledad (El Horda, El miedo). También la muerte, en forma de suicidio o de asesinato. Encontramos en ellos al último Maupassant, el del final de su carrera, obsesionado por lo invisible, por la angustia y por la soledad, marcado por la idea fija del suicidio. Estos cuentos fueron interpretados por los psiquiatras como síntoma de la progresiva locura del autor.

  Maupassant es también el autor de seis novelas, entre las que destacan Una vida (1883), que narra la enternecedora historia de las desventuras de una mujer casada, y Bel Ami (1885), que explota el tema del arribismo social en el personaje de un periodista sin escrúpulos.
 
EL COLLAR
 
  Era una de esas hermosas y encantadoras criaturas nacidas como por un error del destino en una familia de empleados. Carecía de dote, y no tenía esperanzas de cambiar de posición; no disponía de ningún medio para ser conocida, comprendida, querida, para encontrar un esposo rico y distinguido; y aceptó entonces casarse con un modesto empleado del Ministerio de Instrucción Pública.
No pudiendo adornarse, fue sencilla, pero desgraciada, como una mujer obligada por la suerte a vivir en una esfera inferior a la que le corresponde; porque las mujeres no tienen casta ni raza, pues su belleza, su atractivo y su encanto les sirven de ejecutoria y de familia. Su nativa firmeza, su instinto de elegancia y su flexibilidad de espíritu son para ellas la única jerarquía, que iguala a las hijas del pueblo con las más grandes señoras.
Sufría constantemente, sintiéndose nacida para todas las delicadezas y todos los lujos. Sufría contemplando la pobreza de su hogar, la miseria de las paredes, sus estropeadas sillas, su fea indumentaria. Todas estas cosas, en las cuales ni siquiera habría reparado ninguna otra mujer de su casa, la torturaban y la llenaban de indignación.
La vista de la muchacha bretona que les servía de criada despertaba en ella pesares desolados y delirantes ensueños. Pensaba en las antecámaras mudas, guarnecidas de tapices orientales, alumbradas por altas lámparas de bronce y en los dos pulcros lacayos de calzón corto, dormidos en anchos sillones, amodorrados por el intenso calor de la estufa. Pensaba en los grandes salones colgados de sedas antiguas, en los finos muebles repletos de figurillas inestimables y en los saloncillos coquetones, perfumados, dispuestos para hablar cinco horas con los amigos más íntimos, los hombres famosos y agasajados, cuyas atenciones ambicionan todas las mujeres.
Cuando, a las horas de comer, se sentaba delante de una mesa redonda, cubierta por un mantel de tres días, frente a su esposo, que destapaba la sopera, diciendo con aire de satisfacción: "¡Ah! ¡Qué buen caldo! ¡No hay nada para mí tan excelente como esto!", pensaba en las comidas delicadas, en los servicios de plata resplandecientes, en los tapices que cubren las paredes con personajes antiguos y aves extrañas dentro de un bosque fantástico; pensaba en los exquisitos y selectos manjares, ofrecidos en fuentes maravillosas; en las galanterías murmuradas y escuchadas con sonrisa de esfinge, al tiempo que se paladea la sonrosada carne de una trucha o un alón de faisán.
No poseía galas femeninas, ni una joya; nada absolutamente y sólo aquello de que carecía le gustaba; no se sentía formada sino para aquellos goces imposibles. ¡Cuánto habría dado por agradar, ser envidiada, ser atractiva y asediada!
Tenía una amiga rica, una compañera de colegio a la cual no quería ir a ver con frecuencia, porque sufría más al regresar a su casa. Días y días pasaba después llorando de pena, de pesar, de desesperación.
Una mañana el marido volvió a su casa con expresión triunfante y agitando en la mano un ancho sobre.
-Mira, mujer -dijo-, aquí tienes una cosa para ti.
Ella rompió vivamente la envoltura y sacó un pliego impreso que decía:
"El ministro de Instrucción Pública y señora ruegan al señor y la señora de Loisel les hagan el honor de pasar la velada del lunes 18 de enero en el hotel del Ministerio."
En lugar de enloquecer de alegría, como pensaba su esposo, tiró la invitación sobre la mesa, murmurando con desprecio:
-¿Qué haré yo con eso?
-Creí, mujercita mía, que con ello te procuraba una gran satisfacción. ¡Sales tan poco, y es tan oportuna la ocasión que hoy se te presenta!... Te advierto que me ha costado bastante trabajo obtener esa invitación. Todos las buscan, las persiguen; son muy solicitadas y se reparten pocas entre los empleados. Verás allí a todo el mundo oficial.
Clavando en su esposo una mirada llena de angustia, le dijo con impaciencia:
-¿Qué quieres que me ponga para ir allá?
No se había preocupado él de semejante cosa, y balbució:
-Pues el traje que llevas cuando vamos al teatro. Me parece muy bonito...
Se calló, estupefacto, atontado, viendo que su mujer lloraba. Dos gruesas lágrimas se desprendían de sus ojos, lentamente, para rodar por sus mejillas.
El hombre murmuró:
-¿Qué te sucede? Pero ¿qué te sucede?
Mas ella, valientemente, haciendo un esfuerzo, había vencido su pena y respondió con tranquila voz, enjugando sus húmedas mejillas:
-Nada; que no tengo vestido para ir a esa fiesta. Da la invitación a cualquier colega cuya mujer se encuentre mejor provista de ropa que yo.
Él estaba desolado, y dijo:
-Vamos a ver, Matilde. ¿Cuánto te costaría un traje decente, que pudiera servirte en otras ocasiones, un traje sencillito?
Ella meditó unos segundos, haciendo sus cuentas y pensando asimismo en la suma que podía pedir sin provocar una negativa rotunda y una exclamación de asombro del empleadillo.
Respondió, al fin, titubeando:
-No lo sé con seguridad, pero creo que con cuatrocientos francos me arreglaría.
El marido palideció, pues reservaba precisamente esta cantidad para comprar una escopeta, pensando ir de caza en verano, a la llanura de Nanterre, con algunos amigos que salían a tirar a las alondras los domingos.
Dijo, no obstante:
-Bien. Te doy los cuatrocientos francos. Pero trata de que tu vestido luzca lo más posible, ya que hacemos el sacrificio.
El día de la fiesta se acercaba y la señora de Loisel parecía triste, inquieta, ansiosa. Sin embargo, el vestido estuvo hecho a tiempo. Su esposo le dijo una noche:
-¿Qué te pasa? Te veo inquieta y pensativa desde hace tres días.
Y ella respondió:
-Me disgusta no tener ni una alhaja, ni una sola joya que ponerme. Pareceré, de todos modos, una miserable. Casi, casi me gustaría más no ir a ese baile.
-Ponte unas cuantas flores naturales -replicó él-. Eso es muy elegante, sobre todo en este tiempo, y por diez francos encontrarás dos o tres rosas magníficas.
Ella no quería convencerse.
-No hay nada tan humillante como parecer una pobre en medio de mujeres ricas.
Pero su marido exclamó:
-¡Qué tonta eres! Anda a ver a tu compañera de colegio, la señora de Forestier, y ruégale que te preste unas alhajas. Eres bastante amiga suya para tomarte esa libertad.
La mujer dejó escapar un grito de alegría.
-Tienes razón, no había pensado en ello.
Al siguiente día fue a casa de su amiga y le contó su apuro.
La señora de Forestier fue a un armario de espejo, cogió un cofrecillo, lo sacó, lo abrió y dijo a la señora de Loisel:
-Escoge, querida.
Primero vio brazaletes; luego, un collar de perlas; luego, una cruz veneciana de oro, y pedrería primorosamente construida. Se probaba aquellas joyas ante el espejo, vacilando, no pudiendo decidirse a abandonarlas, a devolverlas. Preguntaba sin cesar:
-¿No tienes ninguna otra?
-Sí, mujer. Dime qué quieres. No sé lo que a ti te agradaría.
De repente descubrió, en una caja de raso negro, un soberbio collar de brillantes, y su corazón empezó a latir de un modo inmoderado.
Sus manos temblaron al tomarlo. Se lo puso, rodeando con él su cuello, y permaneció en éxtasis contemplando su imagen.
Luego preguntó, vacilante, llena de angustia:
-¿Quieres prestármelo? No quisiera llevar otra joya.
-Sí, mujer.
Abrazó y besó a su amiga con entusiasmo, y luego escapó con su tesoro.
Llegó el día de la fiesta. La señora de Loisel tuvo un verdadero triunfo. Era más bonita que las otras y estaba elegante, graciosa, sonriente y loca de alegría. Todos los hombres la miraban, preguntaban su nombre, trataban de serle presentados. Todos los directores generales querían bailar con ella. El ministro reparó en su hermosura.
Ella bailaba con embriaguez, con pasión, inundada de alegría, no pensando ya en nada más que en el triunfo de su belleza, en la gloria de aquel triunfo, en una especie de dicha formada por todos los homenajes que recibía, por todas las admiraciones, por todos los deseos despertados, por una victoria tan completa y tan dulce para un alma de mujer.
Se fue hacia las cuatro de la madrugada. Su marido, desde medianoche, dormía en un saloncito vacío, junto con otros tres caballeros cuyas mujeres se divertían mucho.
Él le echó sobre los hombros el abrigo que había llevado para la salida, modesto abrigo de su vestir ordinario, cuya pobreza contrastaba extrañamente con la elegancia del traje de baile. Ella lo sintió y quiso huir, para no ser vista por las otras mujeres que se envolvían en ricas pieles.
Loisel la retuvo diciendo:
-Espera, mujer, vas a resfriarte a la salida. Iré a buscar un coche.
Pero ella no le oía, y bajó rápidamente la escalera.
Cuando estuvieron en la calle no encontraron coche, y se pusieron a buscar, dando voces a los cocheros que veían pasar a lo lejos.
Anduvieron hacia el Sena desesperados, tiritando. Por fin pudieron hallar una de esas vetustas berlinas que sólo aparecen en las calles de París cuando la noche cierra, cual si les avergonzase su miseria durante el día.
Los llevó hasta la puerta de su casa, situada en la calle de los Mártires, y entraron tristemente en el portal. Pensaba, el hombre, apesadumbrado, en que a las diez había de ir a la oficina.
La mujer se quitó el abrigo que llevaba echado sobre los hombros, delante del espejo, a fin de contemplarse aún una vez más ricamente alhajada. Pero de repente dejó escapar un grito.
Su esposo, ya medio desnudo, le preguntó:
-¿Qué tienes?
Ella se volvió hacia él, acongojada.
-Tengo..., tengo... -balbució - que no encuentro el collar de la señora de Forestier.
Él se irguió, sobrecogido:
-¿Eh?... ¿cómo? ¡No es posible!
Y buscaron entre los adornos del traje, en los pliegues del abrigo, en los bolsillos, en todas partes. No lo encontraron.
Él preguntaba:
-¿Estás segura de que lo llevabas al salir del baile?
-Sí, lo toqué al cruzar el vestíbulo del Ministerio.
-Pero si lo hubieras perdido en la calle, lo habríamos oído caer.
-Debe estar en el coche.
-Sí. Es probable. ¿Te fijaste qué número tenía?
-No. Y tú, ¿no lo miraste?
-No.
Se contemplaron aterrados. Loisel se vistió por fin.
-Voy -dijo- a recorrer a pie todo el camino que hemos hecho, a ver si por casualidad lo encuentro.
Y salió. Ella permaneció en traje de baile, sin fuerzas para irse a la cama, desplomada en una silla, sin lumbre, casi helada, sin ideas, casi estúpida.
Su marido volvió hacia las siete. No había encontrado nada.
Fue a la Prefectura de Policía, a las redacciones de los periódicos, para publicar un anuncio ofreciendo una gratificación por el hallazgo; fue a las oficinas de las empresas de coches, a todas partes donde podía ofrecérsele alguna esperanza.
Ella le aguardó todo el día, con el mismo abatimiento desesperado ante aquel horrible desastre.
Loisel regresó por la noche con el rostro demacrado, pálido; no había podido averiguar nada.
-Es menester -dijo- que escribas a tu amiga enterándola de que has roto el broche de su collar y que lo has dado a componer. Así ganaremos tiempo.
Ella escribió lo que su marido le decía.
Al cabo de una semana perdieron hasta la última esperanza.
Y Loisel, envejecido por aquel desastre, como si de pronto le hubieran echado encima cinco años, manifestó:
-Es necesario hacer lo posible por reemplazar esa alhaja por otra semejante.
Al día siguiente llevaron el estuche del collar a casa del joyero cuyo nombre se leía en su interior.
El comerciante, después de consultar sus libros, respondió:
-Señora, no salió de mi casa collar alguno en este estuche, que vendí vacío para complacer a un cliente.
Anduvieron de joyería en joyería, buscando una alhaja semejante a la perdida, recordándola, describiéndola, tristes y angustiosos.
Encontraron, en una tienda del Palais Royal, un collar de brillantes que les pareció idéntico al que buscaban. Valía cuarenta mil francos, y regateándolo consiguieron que se lo dejaran en treinta y seis mil.
Rogaron al joyero que se los reservase por tres días, poniendo por condición que les daría por él treinta y cuatro mil francos si se lo devolvían, porque el otro se encontrara antes de fines de febrero.
Loisel poseía dieciocho mil que le había dejado su padre. Pediría prestado el resto.
Y, efectivamente, tomó mil francos de uno, quinientos de otro, cinco luises aquí, tres allá. Hizo pagarés, adquirió compromisos ruinosos, tuvo tratos con usureros, con toda clase de prestamistas. Se comprometió para toda la vida, firmó sin saber lo que firmaba, sin detenerse a pensar, y, espantado por las angustias del porvenir, por la horrible miseria que los aguardaba, por la perspectiva de todas las privaciones físicas y de todas las torturas morales, fue en busca del collar nuevo, dejando sobre el mostrador del comerciante treinta y seis mil francos.
Cuando la señora de Loisel devolvió la joya a su amiga, ésta le dijo un tanto displicente:
-Debiste devolvérmelo antes, porque bien pude yo haberlo necesitado.
No abrió siquiera el estuche, y eso lo juzgó la otra una suerte. Si notara la sustitución, ¿qué supondría? ¿No era posible que imaginara que lo habían cambiado de intento?
La señora de Loisel conoció la vida horrible de los menesterosos. Tuvo energía para adoptar una resolución inmediata y heroica. Era necesario devolver aquel dinero que debían... Despidieron a la criada, buscaron una habitación más económica, una buhardilla.
Conoció los duros trabajos de la casa, las odiosas tareas de la cocina. Fregó los platos, desgastando sus uñitas sonrosadas sobre los pucheros grasientos y en el fondo de las cacerolas. Enjabonó la ropa sucia, las camisas y los paños, que ponía a secar en una cuerda; bajó a la calle todas las mañanas la basura y subió el agua, deteniéndose en todos los pisos para tomar aliento. Y, vestida como una pobre mujer de humilde condición, fue a casa del verdulero, del tendero de comestibles y del carnicero, con la cesta al brazo, regateando, teniendo que sufrir desprecios y hasta insultos, porque defendía céntimo a céntimo su dinero escasísimo.
Era necesario mensualmente recoger unos pagarés, renovar otros, ganar tiempo.
El marido se ocupaba por las noches en poner en limpio las cuentas de un comerciante, y a veces escribía a veinticinco céntimos la hoja.
Y vivieron así diez años.
Al cabo de dicho tiempo lo habían ya pagado todo, todo, capital e intereses, multiplicados por las renovaciones usurarias.
La señora Loisel parecía entonces una vieja. Se había transformado en la mujer fuerte, dura y ruda de las familias pobres. Mal peinada, con las faldas torcidas y rojas las manos, hablaba en voz alta, fregaba los suelos con agua fría. Pero a veces, cuando su marido estaba en el Ministerio, se sentaba junto a la ventana, pensando en aquella fiesta de otro tiempo, en aquel baile donde lució tanto y donde fue tan festejada.
¿Cuál sería su fortuna, su estado al presente, si no hubiera perdido el collar? ¡Quién sabe! ¡Quién sabe! ¡Qué mudanzas tan singulares ofrece la vida! ¡Qué poco hace falta para perderse o para salvarse!
Un domingo, habiendo ido a dar un paseo por los Campos Elíseos para descansar de las fatigas de la semana, reparó de pronto en una señora que pasaba con un niño cogido de la mano.
Era su antigua compañera de colegio, siempre joven, hermosa siempre y siempre seductora. La de Loisel sintió un escalofrío. ¿Se decidiría a detenerla y saludarla? ¿Por qué no? Habíéndolo pagado ya todo, podía confesar, casi con orgullo, su desdicha.
Se puso frente a ella y dijo:
-Buenos días, Juana.
La otra no la reconoció, admirándose de verse tan familiarmente tratada por aquella infeliz. Balbució:
-Pero..., ¡señora!.., no sé. .. Usted debe de confundirse...
-No. Soy Matilde Loisel.
Su amiga lanzó un grito de sorpresa.
-¡Oh! ¡Mi pobre Matilde, qué cambiada estás! ...
-¡Sí; muy malos días he pasado desde que no te veo, y además bastantes miserias.... todo por ti...
-¿Por mí? ¿Cómo es eso?
-¿Recuerdas aquel collar de brillantes que me prestaste para ir al baile del Ministerio?
-¡Sí, pero...
-Pues bien: lo perdí...
-¡Cómo! ¡Si me lo devolviste!
-Te devolví otro semejante. Y hemos tenido que sacrificarnos diez años para pagarlo. Comprenderás que representaba una fortuna para nosotros, que sólo teníamos el sueldo. En fin, a lo hecho pecho, y estoy muy satisfecha.
La señora de Forestier se había detenido.
-¿Dices que compraste un collar de brillantes para sustituir al mío?
-Sí. No lo habrás notado, ¿eh? Casi eran idénticos.
Y al decir esto, sonreía orgullosa de su noble sencillez. La señora de Forestier, sumamente impresionada, le cogió ambas manos:
-¡Oh! ¡Mi pobre Matilde! ¡Pero si el collar que yo te presté era de piedras falsas!... ¡Valía quinientos francos a lo sumo!...

miércoles, 23 de marzo de 2011

"ANNABEL LEE" CANCIÓN DE RADIO FUTURA BASADA EN UN POEMA DE EDGAR ALLAN POE

http://www.youtube.com/watch?v=BuZMhbU5TPY

"VANKA" DE ANTON CHÉJOV

Vanka Chukov, un muchacho de nueve años, a quien habían colocado hacía tres meses en casa del zapatero Alojin para que aprendiese el oficio, no se acostó la noche de Navidad.
      Cuando los amos y los oficiales se fueron, cerca de las doce, a la iglesia para asistir a la misa del Gallo, cogió del armario un frasco de tinta y un portaplumas con una pluma enrobinada, y, colocando ante él una hoja muy arrugada de papel, se dispuso a escribir.
      Antes de empezar dirigió a la puerta una mirada, en la que se pintaba el temor de ser sorprendido, miró al icono obscuro del rincón y exhaló un largo suspiro.
      El papel se hallaba sobre un banco, ante el cual estaba él de rodillas.
      «Querido abuelo Constantino Makarich, —escribió—: Soy yo quien te escribe. Te felicito con motivo de las Navidades y le pido a Dios que te colme de venturas. No tengo papá ni mamá; sólo te tengo a ti..."
      Vanka miró a la obscura ventana, en cuyos cristales se reflejaba da bujía, y se imaginó a su abuelo Constantino Makarich, empleado a la sazón como guardia nocturno en casa de los señores Chivarev. Era un viejecillo enjuto y vivo, siempre risueño y con ojos de bebedor. Tenía sesenta y cinco años. Durante el día dormía en la cocina o bromeaba con los cocineros, y por la noche se paseaba, envuelto en una amplia pelliza, en torno de la finca, y golpeaba de vez en cuando con un bastoncillo una pequeña plancha cuadrada, para dar fe de que no dormía y atemorizar a los ladrones. Acompañábanle dos perros: Canelo y Serpiente. Este último se merecía su nombre: era largo de cuerpo y muy astuto, y siempre parecía ocultar malas intenciones; aunque miraba a todo el mundo con ojos acariciadores, no le inspiraba a nadie confianza. Se adivinaba, bajo aquella máscara de cariño, una perfidia jesuítica.
      Le gustaba acercarse a la gente con suavidad, sin ser notado, y morderla en las pantorrillas. Con frecuencia robaba pollos de casa de los campesinos. Le pegaban grandes palizas; dos veces había estado a punto de morir ahorcado; pero siempre salía con vida de los más apurados trances y resucitaba cuando le tenían ya por muerto.
      En aquel momento, el abuelo de Vanka estaría, de fijo, a la puerta, y mirando las ventanas iluminadas de la iglesia, embromaría a los cocineros y a las criadas, frotándose las manos para calentarse. Riendo con risita senil les daría vaya a las mujeres.
      —¿Quiere usted un polvito? —les preguntaría, acercándoles la tabaquera a la nariz.
      Las mujeres estornudarían. El viejo, regocijadísimo, prorrumpiría en carcajadas y se apretaría con ambas manos los ijares.
      Luego les ofrecería un polvito a los perros. El Canelo estornudaría, sacudiría la cabeza, y, con el gesto huraño de un señor ofendido en su dignidad, se marcharía. El Serpiente, hipócrita, ocultando siempre sus verdaderos sentimientos, no estornudaría y menearía el rabo.
      El tiempo sería soberbio. Habría una gran calma en la atmósfera, límpida y fresca. A pesar de la obscuridad de la noche, se vería toda la aldea con sus tejados blancos, el humo de las chimeneas, los árboles plateados por la escarcha, los montones de nieve. En el cielo, miles de estrellas parecerían hacerle alegres guiños a la Tierra. La Vía Láctea se distinguiría muy bien, como si, con motivo de la fiesta, la hubieran lavado y frotado con nieve...
      Vanka, imaginándose todo esto, suspiraba.
      Tomó de nuevo la pluma y continuó escribiendo:
      «Ayer me pegaron. El maestro me cogió por los pelos y me dio unos cuantos correazos por haberme dormido arrullando a su nene. El otro día la maestra me mandó destripar una sardina, y yo, en vez de empezar por la cabeza, empecé por la cola; entonces la maestra cogió la sardina y me dio en la cara con ella. Los otros aprendices, como son mayores que yo, me mortifican, me mandan por vodka a la taberna y me hacen robarle pepinos a la maestra, que, cuando se entera, me sacude el polvo. Casi siempre tengo hambre. Por la mañana me dan un mendrugo de pan; para comer, unas gachas de alforfón; para cenar, otro mendrugo de pan. Nunca me dan otra cosa, ni siquiera una taza de té. Duermo en el portal y paso mucho frío; además, tengo que arrullar al nene, que no me deja dormir con sus gritos... Abuelito: sé bueno, sácame de aquí, que no puedo soportar esta vida. Te saludo con mucho respeto y te prometo pedirle siempre a Dios por ti. Si no me sacas de aquí me moriré.»
      Vanka hizo un puchero, se frotó los ojos con el puño y no pudo reprimir un sollozo.
      «Te seré todo lo útil que pueda —continuó momentos después—. Rogaré por ti, y si no estás contento conmigo puedes pegarme todo lo que quieras. Buscaré trabajo, guardaré el rebaño. Abuelito, te ruego que me saques de aquí si no quieres que me muera. Yo escaparía y me iría a la aldea contigo, pero no tengo botas, y hace demasiado frío para ir descalzo. Cuando sea mayor te mantendré con mi trabajo y no permitiré que nadie te ofenda. Y cuando te mueras, le rogaré a Dios por el descanso de tu alma, como le ruego ahora por el alma de mi madre.
      «Moscú es una ciudad muy grande. Hay muchos palacios, muchos caballos, pero ni una oveja. También hay perros, pero no son como los de la aldea: no muerden y casi no ladran. He visto en una tienda una caña de pescar con un anzuelo tan hermoso que se podrían pescar con ella los peces más grandes. Se venden también en las tiendas escopetas de primer orden, como la de tu señor. Deben costar muy caras, lo menos cien rublos cada una. En las carnicerías venden perdices, liebres, conejos, y no se sabe dónde los cazan.
      «Abuelito, cuando enciendan en casa de los señores el árbol de Navidad, coge para mí una nuez dorada y escóndela bien. Luego, cuando yo vaya, me la darás. Pídesela a la señorita Olga Ignatievna; dile que es para Vanka. Verás cómo te la da.»
      Vanka suspira otra vez y se queda mirando a la ventana. Recuerda que todos los años, en vísperas de la fiesta, cuando había que buscar un árbol de Navidad para los señores, iba él al bosque con su abuelo. ¡Dios mío, qué encanto! El frío le ponía rojas las mejillas, pero a él no le importaba. El abuelo, antes de derribar el árbol escogido, encendía la pipa y decía algunas chirigotas acerca de la nariz helada de Vanka. Jóvenes abetos, cubiertos de escarcha, parecían, en su inmovilidad, esperar el hachazo que sobre uno de ellos debía descargar la mano del abuelo. De pronto, saltando por encima de los montones de nieve, aparecía una liebre en precipitada carrera. El abuelo, al verla, daba muestras de gran agitación y, agachándose, gritaba:
      —¡Cógela, cógela! ¡Ah, diablo!
      Luego el abuelo derribaba un abeto, y entre los dos le trasladaban a la casa señorial. Allí, el árbol era preparado para la fiesta. La señorita Olga Ignatievna ponía mayor entusiasmo que nadie en este trabajo. Vanka la quería mucho. Cuando aún vivía su madre y servía en casa de los señores, Olga Ignatievna le daba bombones y le enseñaba a leer, a escribir, a contar de uno a ciento y hasta a bailar. Pero, muerta su madre, el huérfano Vanka pasó a formar parte de la servidumbre culinaria, con su abuelo, y luego fue enviado a Moscú, a casa del zapatero Alajin, para que aprendiese el oficio...
      «¡Ven, abuelito, ven! —continuó escribiendo, tras una corta reflexión, el muchacho—. En nombre de Nuestro Señor te suplico que me saques de aquí. Ten piedad del pobrecito huérfano. Todo el mundo me pega, se burla de mí, me insulta. Y, además, siempre tengo hambre. Y, además, me aburro atrozmente y no hago más que llorar. Anteayer, el ama me dio un pescozón tan fuerte, que me caí y estuve un rato sin poder levantarme. Esto no es vivir; los perros viven mejor que yo... Recuerdos a la cocinera Alena, al cochero Egorka y a todos nuestros amigos de la aldea. Mi acordeón guárdale bien y no se lo dejes a nadie. Sin más, sabes te quiere tu nieto
VANKA CHUKOV.
      Ven en seguida, abuelito.»
      Vanka plegó en cuatro dobleces la hoja de papel y la metió en un sobre que había comprado el día anterior. Luego, meditó un poco y escribió en el sobre la siguiente dirección:
      «En la aldea, a mi abuelo.»
      Tras una nueva meditación, añadió:
      «Constantino Makarich.»
      Congratulándose de haber escrito la carta sin que nadie se lo estorbase se puso la gorra, y, sin otro abrigo, corrió a la calle.
      El dependiente de la carnicería, a quien aquella tarde le había preguntado, le había dicho que las cartas debían echarse a los buzones, de donde las recogían para llevarlas en troika a través del mundo entero.
      Vanka echó su preciosa epístola en el buzón más próximo...
      Una hora después dormía, mecido por dulces esperanzas.
      Vio en sueños la cálida estufa aldeana. Sentado en ella, su abuelo les leía a las cocineras la carta de Vanka. El perro Serpiente paseábase en torno de la estufa y meneaba el rabo...

PELÍCULA SOBRE "LOS HERMANOS KARAMAZOV". ALICIA RABADÁN

   Para a los que os interese y os llamara la atención la obra de Dostoyeski, "Los hermanos Karamaròv", hay una película que más o menos se aproxima bastante al conflicto entre el bien y el mal, se llama "Los Elegidos". También la podéis encontrar como "Boondock Saints". Os dejo el link en películasyonkis: http://www.peliculasyonkis.com/pelicula/los-elegidos-1999/ Por cierto, también hay segunda parte.

Un saludo.

jueves, 17 de marzo de 2011

ANTÓN CHÉJOV


  Nació el 29 de enero de 1860 en la ciudad de Taganrog, a orillas del mar de Azov, y murió el 15 de julio de 1904, en Alemania. Su padre tenía una tienda de comestibles, pero una desacertada administración le llevó a la ruina. En 1876, huyendo de los acreedores, se intaló con su familia en Moscú. En Taganrog quedó únicamente Antón, el cuarto de seis hermanos. Mientras terminaba el bachillerato, malvendía los restos del patrimonio para que la familia pudiera sobrevivir en Moscú. En 1879 se reúne con su familia en Moscú para ingresar en la facultad de Medicina. Esta época de estudiante coincide con unos años de gran agitación política, y consiguiente represión, en respuesta al asesinato del zar Alejandro II en 1881. Desde ese momento hasta el final de sus vidas, Chéjov tendría que mantener a su familia.
 Durante sus estudios colaboró en revistas de humor, a las que suministraba chascarrillos, crónicas de sucesos, reseñas teatrales, cuentos, incluso novelas de terror. Parte de estos relatos se integraron en su primer libro "Cuentos de Melpomene", "Relatos variopintos". Los personajes que pueblan estos cuentos son generalmente los humillados que tanto pululan por las páginas de los clásicos rusos, si bien Chéjov se muestra implacable con ellos: todos los escribanos, camareros, pequeños funcionarios, sin ningún sentido de la dignidad, se humillan hasta que se les presenta la oportunidad de convertirse en déspotas y tiranos. La realidad que refleja el autor es más falsa que cualquier ficción, pues a su vez falsea las relaciones humanas ("El gordo y el flaco", "La muerte de un funcionario").
   Al terminar los estudios, Chéjov ejerce la Medicina en diversos hospitales de la provincia de Moscú, pero siguió escribiendo y mejorando su técnica ("Saber escribir es saber tachar"). En 1886 recibió una carta de Dimitri Grigoróvich que le decidió a dedicar su vida a la Literatura. Así crea "La estepa", poublicada en 1888 en una revista literaria. Se trata de un "cuento largo" que no cumplió las expectativas. Con ella, Chéjov inicia la exaltación del cuento, género que elevará a la categoría de la gran literatura.
  Los relatos más notables de Chéjov fueron escritos en la década de los 90. Ahí aparecen hombres de voluntad vencida que protagonizan episodios igualmente malogrados, hombres que advierten que han fracasado, que han envejecido. Uno de estos personajes, símbolo de otros muchos, es el viejo profesor de "Una historia tediosa", cuya publicación sirvió a parte de la crítica para acusarle de indiferencia política.  
  En la primavera de 1890 emprende un viaje a la isla de Sajalín, en el océano Pacífico. El escritor ya estaba aquejado de tisis. Cuando en 1892 apareció "La sala nº6" los lectores vieron en el relato una representación a escala de la vida en Rusia. Por otro lado, su viaje dio lugar a las crónicas tituladas "La isla de Sjalín".  Se refuerza su antitolstoyanismo: "El sentido práctico y la justicia me dicen que en la electricidad y el vapor hay más amor hacia el hombre que en la castidad y en la abstinencia".
   En 1892 adquirió una tanquila villa al sur de Moscú. Allí desarrolló una gran actividad cultural, prestó ayuda médica gratuita, edificó escuelas y creó bibliotecas. Sus relatos de este periodo (su época cumbre) tienen como protagonistas a hombres de notables aspiraciones que van corrompiéndose debido al ambiente provinciano en el que está sumergidos hasta degradarse totalmente. Para Chéjov el hombre sólo puede comprar su felicidad mediante la pérdida de la inocencia, con la degradación intelectual y moral. Destacan los cuentos "La casa con mansarda", "El hombre enfundado", "La grosella espina". En 1899 publica una de sus obras maestras, "La dama del perrito".
   También escribió obras teatrales que intentaron renovar el teatro europeo. Se inicia con "Ivanov", cuyo estreno será un fracaso, pero, reescrita, conocerá el triunfo 2 años después; algunos relatos se transforman en piezas teatrales, como "El oso", "El camaleón". Destacan "El jardín de los cerezos", "Tío Vania".

   

sábado, 5 de marzo de 2011

EL REALISMO INGLÉS

CHARLES DICKENS: Dickens (1812-1865) nació en Portsmounth, en el seno de una familia modesta. A causa de las dificultades financieras (su padre fue encarcelado por deudas), tuvo que abandonar los estudios. Con 12 años, se convierte en empleado de una fábrica de botas.
  Más adelante, pudo estudiar tres años, hecho que le permitió trabajar para un abogado. Apasionado por la literatura, consiguió un lugar como estenógrafo de una revista. En 1836 publicó su primer libro de cuentos, titulado "Esbozos por Boz", bajo seudónimo. Un año más tarde, reveló su identidad en "Las aventuras de Pickwick", que obtuvo un éxito inmediato. Entonces emprendió numerosos viajes y se casó con Catherine Hogarth. En plena gloria, se separó de su mujer y dio conferencias por Inglaterra, Francia y EEUU. En 1865 un accidente de tren lo limitó físicamente. Murió en 1870 y fue enterrado con grandes honores en la abadía de Westminster. Algunas de sus obras más importantes son "Oliver Twist", "David Copperfield", "Grandes esperanzas".
  Hay que destacar que un rasgo característico de Dickens es la idealización, la ternura y el sentimentalismo lleno de bondad al que somete sus historias. Este sentimentalismo contrasta con la dureza de las situaciones que presenta, de forma que se puede concebir como una manera amable de denunciar la desigualdad social y la pobreza.
LAS HERMANAS BRONTË: Las hermanas Brontë constituyen una importante saga literaria: Emily, Charlotte y Anne. Eran hijas de un pastor anglicano, que les impuso una rígida disciplina. Pasaron prácticamente toda su infancia en Haworth. 
  Las tres tuvieron tendencia a la imaginación y a la ensoñación, difícil de compaginar con la vida real. Emily y Anne, por ejemplo, se inventaron un país imaginario llamado Gondal.
  La obra más importante de Emily es "Cumbres borrascosas" por la densidad de su escritura, el rigor de construcción y un romanticismo muy personal influido por el de Alemania.
  Charlotte publicó "Jane Eyre". La obra se considera parcialmente autobiográfica; Jane Eyre es, de alguna forma, una antiheroína: no es bella ni rica, pero posee una inteligencia con la que podrá sobrevivir en una sociedad conformista y despiadada. En este sentido, la obra también se puede alinear entre las primeras novelas feministas. 

HENRY JAMES: Nació en Nueva York y pasó su juventud entre Europa y EEUU, estudiando en Ginebra, Londres, Párís, Bonn y Harvard. En 1915, como forma de protesta contra la neutralidad americana a principios de la Primera Guerra Mundial, pidió y obtuvo la nacionalidad británica. 
  Comienza siendo un escritor realista, pero a lo largo de su carrera se interesó por diversos movimientos literarios. Respecto a su estilo, se caracteriza por el uso de oraciones largas y barrocas y por el uso abundante de descripciones. Sus obras más importantes son "Los europeos", "Washington Square", "Reverberator" y "Los embajadores".  

COMENTARIO DE TEXTO DE "MADAME BOVARY" [FECHA DE ENTREGA: MARTES 8 DE MARZO]



  


  
 Tenía Emma entonces quince años, y durante seis meses manchó sus manos el polvo de estos libros de los viejos gabinetes de lectura. Con Walter Scott aprendió cosas históricas, soñó con cofrecillos misteriosos, cuerpos de guardia, y hubiera querido vivir en algún viejo castillo feudal como aquellas castellanas de esbeto talle que, bajo el trébol de las ojivas, pasaban sus días con el codo en la piedra de la ventana y el mentón en la mano, esperando ver surgir del fondo del panorama un gallardo caballero de blanca pluma galopando sobre brioso corcel negro. Por entonces tuvo culto por María Estuardo y veneraciones llenas de entusiasmo por mujeres ilustres o inafortunadas: Juana de Arco, Eloísa, Inés Sorel, la bella Ferronnière y Clemencia Isaura, que, para ella, se destacaban como fúlgidos cometas en la inmensidad tenebrosa de la historia donde, además, se distinguían, pero perdidos entre sombras y sin relación entre sí, san Luis con su roble, Bayardo moribundo, las crueldades de Luis XI, la noche de san Bartolomé, la pluma del Bearnés, y el recuerdo constante de aquellos platos que tenían pintados en su fondo dibujos exaltando a Luis XIV. 

2.1 Exponga el contenido del fragmento y relaciónelo con la totalidad de la obra (puntuación máxima: 2 puntos).
2.2 Analice los aspectos formales del texto (puntuación máxima: 1 punto).
2.3 Comente la producción literaria del autor con especial atención a la obra seleccionada (puntuación máxima: 2
puntos).
2.4 Sitúe al autor en su contexto histórico-literario (puntuación máxima: 1 punto).

viernes, 4 de marzo de 2011

ESTUDIO SOBRE "MADAME BOVARY"

ARGUMENTO Y ESTRUCTURA:
Madame Bovary se divide en tres partes:
w       La primera parte consta  de 9 capítulos y se centra en el estudio psicológico de los dos personajes principales: Charles Bovary y Emma Rouault.
Relata los primeros años de vida de Charles Bovary, joven introvertido y poco ambicioso, dominado por su madre. Estudia medicina, pero su falta de interés y su escasa inteligencia lo convertirán en un médico mediocre. Sin demasiado convencimiento se casa con una mujer viuda mayor que él a la que no ama.  Sin embargo, en una visita médica conoce a Emma Rouault, hija de un labrador adinerado, y se queda prendado de su belleza. Meses después enviuda y decide pedirle la mano de su hija al señor Rouault. Emma, que recibió una educación exquisita en el convento de monjas y que se aficionó a la lectura de libros románticos, cree que por fin saldrá de una vida miserable y anodina y centra su ilusión en la boda con el médico. Así como Charles llega a la cima de su felicidad, Emma descubre pronto  que su vida matrimonial no tiene nada que ver con la vida de las heroínas de los libros. Casualmente, son invitados a un baile donde Emma descubre que la vida de los libros existe en la realidad, pero también comprende que esta vida le está negada a ella. Su estado anímico se resiente y Charles decide buscar otro destino para que su mujer se recupere. Emma se queda embarazada.
w       La segunda parte consta de 15 capítulos y describe la evolución psicológica de Emma y su primera infidelidad.
Los Bovary  llegan a Yonville donde son recibidos con gran expectación por todos los vecinos. Emma, que pensaba que allí podría ser feliz pronto se asfixia en el ambiente puritano y rutinario del pueblo. Ni siquiera el nacimiento de su hija Berthe llenará su vida. Como contraste, Charles es completamente feliz y enseguida se mimetiza con los aldeanos, para espanto de Emma. Esta empieza a sentirse atraída por el joven pasante, León, que comparte con ella el gusto por las artes. Aunque León intenta un acercamiento Emma no es capaz de engañar a su marido. León entonces decide cumplir su sueño y se marcha a París. Cae nuevamente en la depresión pero conoce a Rodolphe,  mujeriego, vividor y rico que se propone seducir a Emma consciente de la infelicidad de la mujer a lado de Charles, a quien él considera un patán.  Emma se enamora perdidamente de su amante, no guarda suficiente discreción, aunque Charles no  sospecha nada, gasta cada vez más, deseosa de estar a la altura de la clase social de Rodolphe. Este, que es un hombre independiente, acabará por sentirse atrapado por Emma y, cuando habían planeado escaparse juntos, la abandona. La joven cae entonces gravemente enferma. Meses después empieza a recuperarse y Charles, para animarla, la lleva a ver una obra de teatro a Rouen.
w        La tercera parte consta de 11 capítulos y narra el idilio entre Emma y León, el enfriamiento de sus relaciones y el desenlace de los excesos económicos de Emma; la horrible muerte de la protagonista por envenenamiento y la situación en la que quedan Charles y Berthe.
En Rouen  se encuentran casualmente con Léon. Este y Emma inician una apasionada historia de amor. Emma da rienda suelta a sus ansias de amor y riqueza y  gasta más de lo que tiene instigada por Lheureux, que conoce la relación de los jóvenes.  A Léon lo asusta el desenfreno de Emma y pone fin a la relación. Esta, acuciada por las deudas, que arruinan a Charles, y trastornada por su fracaso sentimental, decide poner fin a su vida. Se suicida tomando arsénico y muere tras una horrenda agonía. Charles cae en un abatimiento atroz, sobre todo tras descubrir las cartas que Léon enviaba a Emma. Un día su hija lo encuentra muerto y ella debe ir a vivir con una tía lejana.

PERSONAJES:
Emma Bovary: Hija de un labrador adinerado, recibe una educación exquisita que contrasta con el estilo de vida al que está condenada. La lectura de novelas románticas la hace ansiar un estilo de vida que su realidad social le impide. Emma desea ver colmados su necesidad de amor, de sexo satisfactorio y de riqueza material. Para ello, se rebela contra la rutina de la vida pueblerina en la que está atrapada; sin embargo, sus intentos están condenados al fracaso y a la incomprensión. El aburrimiento envuelve la vida de Emma, nada en su vida cotidiana la hace feliz: ni siquiera la llegada de su hija. Solo será feliz cuando su vida se parezca a la de las heroínas de ficción, es decir, durante sus relaciones extramatrimoniales, en las que consigue sentirse amada como estas. Sin embargo, sus amantes acaban cansándose de ella, incapaces de satisfacer sus necesidades  de amor (Rodolphe) y de lujo (Léon).
Pero, contrariamente a lo que se piensa, no son las deudas acumuladas y la consiguiente ruina familiar lo que provoca el suicidio de Emma (ella podría haberse prostituido al prestamista que detenta sus pagarés, ya que él mismo se lo propone). Se suicida porque comprende que no puede huir de una realidad por la que siente asco. Comprende que no puede vivir en esa realidad que no tiene nada que ver con lo que desea.  Con esta muerte Flaubert no está condenando a Emma. Él presenta una situación, un conflicto cuya única solución digna es la muerte.

Charles Bovary: su vida está organizada en torno a tres mujeres que llevan el nombre de Madame Bovary: su madre, autoritaria y posesiva; su primera mujer, celosa, posesiva y enfermiza; Emma, dominante y avasalladora. Ante ellas, Charles es un hombre empequeñecido, limitado, pasivo. Al lado de Emma es feliz. En su simpleza es incapaz de entender lo que sucede a su alrededor, a pesar de los muchos indicios. Su ignorancia provocará la compasión de algunos personajes y un irónico desprecio por parte de otros. El amor que sentía hacia Emma le impide asumir el fallecimiento de su esposa y muere.

LéonDupuis: Es un joven pasante de abogado, alma gemela de Emma: sentimental, sensible, amante del teatro, la música y la literatura. Infeliz como ella en el limitado universo de Yonville, cumple su sueño de vivir en París cuando Emma, de la que se enamora sinceramente, lo rechaza. Tras unos años de estancia en la capital, se instala en Rouen, donde coincide con Emma e inicia con ella una desenfrenada historia de amor. Él se ha convertido en un hombre serio, maduro, cuya experiencia vital lo ha alejado de los excesos sentimentales de las novelas románticas. Por eso no es capaz de seguir el ritmo de Emma, a la que le reprocha su desmedido afán de poseer bienes materiales para ser feliz. Por otra parte, al igual que Rodolphe, se siente incómodo ante la toma de iniciativas de la protagonista y el poco apego de Emma ante los asuntos reales, como, por ejemplo, el trabajo de Léon, que este descuida por los excesivos requerimientos de su amada.
“[...] en aquellos abrazos estrechos, Léon descubría un no sé qué inconcreto y siniestro que empezaba a insinuarse entre ellos, insidiosamente, como para separarlos.[...]todo lo que antes le entusiasmaba empezaba ahora a asustarlo un poco. Además se rebelaba contra la anulación progresiva de su personalidad y contra la tiranía de Emma, siempre triunfante sobre él.”

Rodolphe Boulanger: Noble rico dueño del castillo de la Huchette. Hombre mujeriego, frío y calculador. Tras una visita a casa del médico, Rodolphe queda impresionado por la belleza de Emma pero también repara en que  es una pieza fácil para él y no duda en seducirla:
“No parece persona de grandes alcances, seguro que está aburrida de él, con esas uñas tan sucias que lleva y la barba de tres días. Mientras que él anda por ahí trotando viendo enfermos, ella se quedará zurciendo calcetines.¡Se tiene que aburrir! le gustaría vivir en una ciudad grande, ir por las noches a bailar la polca.¡Pobre chica! Esta dando boqueadas en busca de amor como barbo recién sacado del río sobre la mesa de la cocina. Lo que es a esa, con tres meses de galanteo, seguro que la tenía a mis pies.”
Rodolphe es cínico y rudo, consciente de su posición superior. Y, aunque se siente atraído por la belleza externa de Emma, es incapaz de comprenderla, y los excesos sentimentales de esta y su iniciativa  le incomodan, ya que él hubiera deseado que fuese una mujer sumisa. Cuando se cansa de ella, la abandona sin preocuparse por sus sentimientos.

Monsieu Homais:Es el farmacéutico amigo de los Bovary. Es un  personaje petulante y pedante, es decir se cree superior a los demás y lo muestra alardeando de unos conocimientos que  no tiene. En realidad es un ser vulgar que se cree una autoridad en el limitado universo de su pueblo. Allí es un comerciante floreciente que se puede permitir dar a sus hijos una educación esmerada, aunque el comportamiento de estos desdice los beneficios de dicha educación. Se considera un hombre mundano, liberal, ateo, crítico con el sistema político conservador que impera y contra el cual despotrica constantemente, tanto de palabra como a través de la prensa. Sin embargo, acabará integrándose en él. De ello, Homais es el gran triunfador de la novela, que termina así:
“Desde la muerte de Bovary, ha habido otros tres médicos en Yonville, pero ninguno ha logrado arraigar allí, porque Homais les ha hecho la vida imposible. Tiene tanta clientela que no da abasto, las autoridades le consideran y la opinión pública está de su parte.
Acaba de ser condecorado con la Cruz de Honor.”

Madame Homais: Mujer del farmacéutico, simplona y sin ningún tipo de inquietud personal. Es feliz en su día a día cuidando a sus hijos, a los que malcría. Es una pueblerina que acepta pasivamente la realidad que le ha tocado vivir. En  todos los aspectos es la antítesis de Madame Bovary. Físicamente, es descuidada y carece de cualquier encanto personal. En un  momento de la historia Léon y Emma hablan de ella:
“Luego se puso a hablar de Madame Homais y de lo desaliñada que vestía, hasta el punto de que a veces le provocaba a uno la risa.
-¿Por qué? ¿Qué importa eso? – saltó Emma-. A una buena madre de familia los trapos la deben traer sin cuidado.
Y dicho esto volvió a sumirse en el silencio.”

Lheureux: Ususero sin escrúpulos que conduce a Emma hacia la ruina final.  Es un miserable comerciante cuya astucia le hace ver fácilmente la necesidad de Emma por los objetos materiales y la engatusa hábilmente para convertirla en su mejor clienta. Cuando, además, descubre sus infidelidades, la adentra en una telaraña de pagarés, a los que Emma, en su desenfreno, no podrá hacer frente. Es hipócrita y cruel.

Justin: Es el joven ayudante del farmacéutico. Está platónicamente enamorado de Emma y, a su pesar, la “ayuda” a conseguir el arsénico que la llevará a la muerte, ya que es él quien está a cargo de la farmacia cuando Emma entra y se toma el veneno. Es conmovedora la escena en la que Justín llora al anochecer junto a la tumba de Emma, mientras Rodolphe y Léon duermen despreocupadamente:
 “Rodolphe, que se había pasado el día de caza por el bosque para pasar el rato, a aquellas horas dormía apaciblemente en su castillo. Y allá lejos, Léon también se entregaba al sueño.
Pero había alguien más que seguía despierto a pesar de las horas que eran.
Junto a la tumba, entre los pinos, un chico lloraba de rodillas. Su pecho, sacudido por los sollozos, jadeaba en la penumbra oprimido por el peso de un dolor dulce como la luna e insondable como la noche.”


NARRADOR:
¿Quién cuenta la historia de Madame Bovary? varios narradores cuyas voces se relevan con tanta sutileza que el lector apenas nota los cambios de perspectiva y tiene la impresión de que el narrador es uno solo.
a)    Un narrador- personaje plural: el misterioso “nous”. Es el narrador que inicia el relato. Es alguien que está allí, en el aula en la que Charles entra precedido del director. Es un narrador que oye - y quizás participe en ellas-  las burlas con las que los demás reciben al muchacho  provinciano. Convive con Charles los años que este pasa en el colegio. Es un narrador testigo del que no sabemos nada que se esconde en un “nous” plural y general, como si fuese un narrador colectivo, como si se refiriese a un grupo de alumnos y no a un se individua, lo que  lo  mantiene aún mas  en el anonimato. Este narrador está presente solo en el primer capítulo y se desvanece imperceptiblemente para dar lugar a otro narrador, ya que se van a contar los antecedentes familiares de Charles, algo que el enigmático “nous” no puede conocer.

b)    Un narrador omnisciente: Es quien narra casi todo lo que ocurre. No forma parte del mundo narrado, es exterior a él y habla desde la 3ª persona del singular. Conoce tanto lo que sucede en el mundo exterior como la secreta intimidad de los personajes. Ese narrador sabe dosificar muy bien su información y, a veces, comunica datos al lector,  otras se los oculta hábilmente y, en muchas ocasiones, da voz a los personajes y actúa a través de sus pensamientos. Por es, en Madame Bovary no podemos hablar de un único narrador, sino de varios; o de uno solo que relata desde diferentes perspectivas:
b.1.- El narrador imparcial o invisible: En gran parte del relato, el narrador omnisciente actúa como un narrador objetivo, como un observador que no se deja ver: dice lo que ocurre pero no lo califica, se limita a transmitir la actuación de los personajes. Actúa como una cámara cinematográfica. Flaubert  pensaba que la obra de arte debía dar impresión de autosuficiencia y que para conseguirlo era indispensable que el narrador se esfumara. La invisibilidad le exige al narrador una actitud impasible frente a lo que narra, le prohíbe entrometerse en lo que narra para sacar conclusiones o dictar sentencias. Su función no es condenar ni absolver, sino describir. Flaubert piensa que toda  literatura con moraleja es intrínsecamente falsa. ¿Cómo muestra, entonces, su omnisciencia este narrador “invisible”? En  vez de opinar directamente encadena los episodios y elige ciertos acontecimientos, iluminando y oscureciendo la conducta de los personajes en los momentos oportunos, provocando ciertos diálogos, etc.  Pero hay momentos en los que este narrador omnisciente deja de ser invisible y ocupa el primer plano de la narración.
b.2.-El narrador-filósofo: a veces el narrador omnisciente deja de lado el relato para pronunciar sentencias filosóficas,  conclusiones morales o reglas de vida. Así sucede cuando Emma y Léon se encuentran de nuevo y el narrador muestra al joven, no ya como un muchacho tímido, sino como un hombre desenvuelto seguro de gustarle a Emma:
“Ante una parisina vestida de encaje[...], el pobre pasante se habría comportado como un niño encogido. Pero aquí en Rouen, en el barrio del puerto, ante a mujer de este medicucho de tres al cuarto, se sentía completamente a sus anchas y seguro de poderla deslumbrar. El aplomo depende del ambiente en que haya de ejercerse. En un entresuelo no habla uno de la misma manera que en un cuarto piso, [...]”

c)     El estilo indirecto libre. El gran aporte técnico de Flaubert consiste en acercar tanto el narrador omnisciente al personaje que las fronteras entre ambos se evaporan, hasta el punto de que el lector no sabe si aquello que el narrador dice proviene del relator invisible o del propio personaje que está monologando mentalmente:
“Pero, ¿cómo cortar todo aquello? Por muy humillada que se sintiera al darse cuenta de lo sórdida que era su felicidad, seguía aferrada a ella por rutina o por corrupción, y se le agostaba precisamente a fuerza de no querer soltarla y de desearla mayor. Le echaba en cara a Léon que había matado sus ilusiones, que la había defraudado.”
¿Quién piensa, el narrador o Emma? La astucia de Flaubert consiste en haber recortado la omnisciencia del narrador; ya no lo sabe todo,  su poder ha disminuido, es idéntico al de un personaje. Es un estilo empleado para narrar la intimidad (recuerdos, sentimientos, sensaciones, ideas) desde adentro, es decir, para acercar lo más posible al lector y al personaje. El estilo indirecto libre consigue una aproximación a la conciencia del personaje que Flaubert logra gracias al uso del pretérito imperfecto y de la interrogación.

TEMAS:
-         La insatisfacción y la rebeldía.
-         El sexo. Se percibe como
 Insatisfacción (Emma hacia su marido)
. Deseo satisfecho (Charles hacia Emma, después de la relación sexual reprimida con su primera mujer).
. Dominación (Emma frente a sus dos amantes, que se sitúan sexualmente en un plano de inferioridad respecto a ella, que toma la iniciativa y domina la relación).
-         El dinero.
(Estos tres temas son centrales y su desarrollo se puede extraer de lo comentado hasta ahora)
-         La violencia :En Madame Bovary la violencia impregna la historia y se manifiesta en muchos planos:
§   Su forma física con dolor y sangre:
- La operación, gangrena y amputación de la pierna de Hippolyte.
- El envenenamiento de Emma.
§   Su forma espiritual:
          - La minuciosa rapiña del mercader Lhereux.
          - El egoísmo y la cobardía (Rodolphe, León)
§   Sus formas sociales de animalización del ser humano por obra del trabajo vil y la explotación(La anciana Cahterine Leroux recibe, como premio a más de cincuenta años de trabajo cuidando animales en una granja, una medalla de plata que vale 25 francos)
         - El retrato de la vida provinciana.
Tanto Charles como Emma crecen en un ambiente aldeano del que ambos salen a la ciudad para mejorar su educación.  En el convento de monjas Emma aprende refinados modales, se aficiona a la música y sobre todo, gracias a las narraciones de una planchadora que trabaja en el convento, empieza a interesarse por las novelas románticas. Para  Charles su pasó por Rouen para estudiar no fue muy productivo, ya que, incapaz de entender las lecciones, prefiere estar en la taberna jugando al dominó. Cuando finalmente termina sus estudios se traslada a Tostes, una aldea cercana a la vivienda de Emma Rouault. Cuando se casan, Emma se asfixia, aburrida  en un ambiente aldeano junto a un marido simple:
“La conversación de Charles era plana como la acera de una calle, y los lugares comunes de todo el mundo, vestidos con su ropaje más vulgar, desfilaban por ella sin lograr suscitar emociones, risa ni ilusiones. Contaba que cuando estuvo viviendo en Rouen nunca había sentido curiosidad por ir al teatro para ver a los actores de las compañías parisinas. No sabía nadar, ni esgrima, ni manejar una pistola;”
Incapaz de seguir viviendo allí, Emma se consume y Charles decide instalarse en un pueblo grande, Yonville. Cree que allí su mujer será feliz. Sin embargo, Tostes y Yonville son dos pueblos gemelos: pequeños, ambos con una larga y  única calle en las que se alinean las casas de los vecinos, con sus personajes típicos y su vida monótona.
Yonville representa el retrato de una vida provinciana anodina y carente de inquietudes, gobernada por la rutina de las obligaciones domésticas. La vida gira en torno a ciertos acontecimientos populares como el Día de mercado o la Feria agrícola,  que suponen un auténtico estímulo para el pueblo, o la llegada de La Golondrina, el coche de caballos que comunica con Rouen y que levanta expectación entre los vecinos cada vez que llega con noticias y encargos de la ciudad.  Los centros de encuentro social en el pueblo son los dos establecimientos que se disputan su reducida clientela: El León de Oro, regentada por la señora Lefrançois y el Café Français  de Tellier; y la farmacia de Homais, que se encuentra enfrente. Estos son los únicos sitios de expansión social, centros de tertulias, aburridas y triviales.
Así como París es para Emma el sueño inalcanzable, Rouen es la ciudad  de vida diversa y múltiple donde la protagonista encuentra consuelo frente al sofocante mundo de aldea, de allí vienen las revistas y las novelas que le permiten soñar, de allí trae Lheureux los objetos y ropas con los que viste su vacío existencial. Allí hay bailes y espectáculos, hay gente bastante como para pasar inadvertida y poder vivir feliz su amor prohibido con Léon.



BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA:
PRADO  del, JAVIER (coord.): Historia de la literatura francesa. Cátedra. Crítica y estudios literarios. Madrid, 1994.
TORRE VILLALBA de la, ANTONIO (coord.): Literatura universal. Bachillerato Logse. Editorial Algaida. Madrid 1999.
VARGAS LLOSA: La orgía perpetua. Flaubert y “Madame Bovary”. Seix Barral.  Biblioteca de bolsillo. Barcelona, 1989.